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Todo en la vida son historias.

Las historias que nos contamos a nosotros mismos, las historias que les contamos a otros.

La humanidad avanza gracias a la capacidad que tenemos, como colectivo, de comprimir información compleja y convertirla en documentos valiosos y fácilmente transmisibles.

Pero para que estas historias sean verdaderamente transformadoras, para que lleguen a los oídos, ojos y las cabezas de la gente, tienen que captar su atención.

Y para captar la atención de la audiencia no basta con emocionar o con confeccionar una historia llena de detalles y matices.

Si no vas al grano, si no capturas su interés rápido, les perderás sin haberles dado tiempo a conocer lo que tenías que contar.

La historia de la ciencia, el arte, la publicidad.. incluso la historia misma está plagada de grandes pensadores, exploradores o artistas cuya obra nunca habría llegado a nosotros de la misma manera si no hubieran hecho un ejercicio de abstracción máxima para quedarse sólo con lo excelente, con aquello que ayudara a transmitir de la mejor manera su historia.

Einstein convirtió toda la teoría de la relatividad en algo tan sencillo como E = mc²

John Williams hizo una banda sonora con sólo tres notas musicales.

Nike encapsuló toda su visión como compañía en tres palabras. Just Do It.

La compresión es la habilidad que tenemos, como seres humanos, de explicar grandes masas de datos de una forma que nos resulte sencilla.

A priori no es diferente de lo que hacen los ordenadores o determinados programas informáticos; comprimir información para quedarse sólo con la unidad mínima viable que haga que esta información siga siendo legible y, a la vez, ocupe lo suficientemente poco como para que pueda ser leída, entendida y transportada.

¿Qué diferencia, entonces, a las grandes mentes creativas como John Williams o el equipo de marketing de Nike, y las máquinas entrenadas para reducir datos a su mínima expresión? En este ensayo de 2008 se expone que la clave no reside tanto en la capacidad de compresión, sino en un aspecto mucho más humano; la curiosidad.

🤔 El mejor algoritmo de compresión, la curiosidad

Nuestro cerebro está diseñado para premiar la eficiencia en todos nuestros procesos.

En la historia de la humanidad, aquellos individuos que enfocaran su esfuerzo mental en recordar solo lo esencial, rendirían mejor mentalmente que aquellos ocupados por intentar retener muchos detalles irrelevantes.

Con el tiempo, esta motivación para buscar la eficiencia en la síntesis de la información evolucionó para recompensarnos por buscar la expresión más simplificada de los datos que nos encontramos en un momento dado.

Esta búsqueda de la siguiente versión más sencilla de algo es lo que conocemos como curiosidad.

La curiosidad es el impulso natural que nos lleva a querer aprender un patrón, una regla, un modelo que nos ayude a comprimir el conocimiento anterior en algo más fácil de recordar. Cualquier atajo que encontremos que nos ayude a sintetizar dicha información mejor que la última vez será con lo que nos quedemos.

Cada vez que conseguimos predecir o comprimir los datos de manera más eficiente, haciéndolos más sencillos, estos se convierten en más interesantes.

A este fenómeno se le conoce también como curva de aprendizaje.

La inclinación de esta curva será mayor cuánto mayor sea la abstracción que hagamos de una regla anterior a la siguiente. Es decir, cuánto mayor sea nuestro deseo de descubrir o crear patrones. Dicho de otro modo, cuánta más curiosidad tengamos por llegar a la solución más sencilla y elegante.

Este fenómeno explica esas sensaciones ocasionales en nuestra vida en la que nos encontramos ante una pieza de información y sentimos la necesidad de "tirar del hilo" de ella para saber más; la nueva información está recableando cosas que creíamos que sabíamos, poniendo ante nosotros nuevos patrones y haciéndonos replantearnos ciertas explicaciones del mundo que dábamos por sentado. Es un sentimiento agradable; tu cerebro premia tu capacidad para encontrar una nueva explicación a algo que ya creías saber, y te recompensa con lo interesante.

Este chute de adrenalina mental es lo que motiva a los niños, a los músicos, a los artistas o a las mentes científicas a perseverar un poco más en sus procesos creativos; la búsqueda de lo que es más interesante, lo más original, la mejor solución a un problema o una idea más innovadora que la anterior.

En muchos casos, es esta predisposición a pasar más tiempo "jugando" con un problema lo que determina que el resultado final sea más o menos creativo y, por lo tanto, nos resulte más bello, más inspirador, nos emocione y nos transforme.

La capacidad que tengamos para tolerar la incertidumbre y la incomodidad que puede producirnos el no ser capaces de resolver un problema en un tiempo determinado.

Aquellas personas capaces de gestionar esta incertidumbre durante más tiempo, superando la ligera tensión emocional que supone no dar con una solución inmediata, serán las que acaben por encontrar resultados más creativos. Sencillamente porque han dedicado más tiempo a reflexionar sobre el problema y a considerarlo desde más ángulos y diferentes puntos de vista.

Esto explica también por qué, cuando hablamos de "creatividad", nos viene a la mente un niño y su capacidad para imaginar sin límites.

Es en parte esa curiosidad constante y esa habilidad para sorprenderse por todo lo que es nuevo y fijarse en ello; su cabeza buscando la regla que le ayude a explicar lo que acaba de ocurrir, su cerebro siendo recompensado repetidamente por numerosas situaciones interesantes a su alrededor.

🧠 El procesador de información más fiable, el ser humano

El mundo es un sistema complejo y la evolución nos ha convertido en seres capaces de comprimir la información a nuestro alrededor para poder dotarle de sentido.

Si nos fijamos, encontramos abstracciones a modelos más sencillos en todas partes.

La ciencia o la física explican el funcionamiento del mundo con pequeñas piezas de código que contienen en su interior iteraciones de teorías y experimentos.

La comunicación es una forma de comprimir información en la que transformamos pensamientos complejos en un conjunto de palabras en cuyo significado estamos todos de acuerdo.

El humor es síntesis pura. Es tomar dos marcos de referencia a simple vista contradictorios y contraponerlos para combinarlos en un par de líneas. Nuestro cerebro recompensa la eficiencia de este ejercicio con la sensación agradable de lo "gracioso".

Las buenas ideas son un ejercicio maestro de condensación que funciona igual que un buen chiste. Son el resultado de dos (o más) ideas aparentemente distintas pero combinadas de manera que generen un nuevo significado.

Conectar dos ideas aleatorias en una nueva, en realidad no es más complicado que sintetizar información; cualquier ordenador podría hacerlo.

Lo que convierte esta yuxtaposición de ideas distintas en algo potencialmente extraordinario es la capacidad que tenemos, como seres humanos, de encontrar en esta combinación un nuevo significado.

De todas las formas de actividad mental, la más complicada de reproducir es la capacidad para, de una misma combinación de datos, poder re-contextualizarlos en un nuevo sistema de relaciones, dándoles un marco distinto.

Una vez más, lo que nos diferencia de los algoritmos a la hora de generar nuevas ideas es nuestra capacidad para sorprendernos, para seguir nuestra curiosidad hacia aquello que nos resulte más interesante.

Los ordenadores podrán combinar aleatoriamente todos los datos que les demos, pero nunca podrán diferenciar cuál es el más atractivo porque nunca podremos entrenar su intuición, una emoción íntegramente humana.

Existe en esta búsqueda —tan inevitablemente humana— de lo más interesante, otro concepto crucial que nos diferencia de los algoritmos; la capacidad como seres humanos de jugar con ideas absurdas, conexiones impensables.

Lo que Edward de Bono llamaba "Intermedios Imposibles". Esas a ideas que, a priori, pueden parecer totalmente irreverentes y carentes de sentido pero que son el primer peldaño hacia una solución brillante.

Cuando adoptamos esta actitud de juego, de inmersión despreocupada, no importa que estas ideas sean ridículas o irreales, siempre y cuando nos sirvan para pasar más tiempo en el camino hacia lo interesante y supongan un paso más hacia un nuevo descubrimiento.

Esta capacidad para el pensamiento lateral que sólo tenemos los humanos, se contrapone al pensamiento lógico de los ordenadores, que necesitan una progresión lineal de expresiones que se cumplan (true statements en lenguaje de programación) para funcionar correctamente.

✨ El poder de la intuición en la innovación

La ley de la Gravedad, el Toro de Picasso (que obsesionó durante años a Steve Jobs y que fue, a su vez, la inspiración para reducir el diseño del iPhone a su mínima expresión), la BSO de Tiburón o incluso el descubrimiento de America son recordatorios de que, muchas veces, no debemos preocuparnos por la productividad de nuestra curiosidad, sino abandonarnos a ella.

Dejar de centrarnos tanto en los datos y en las métricas y escuchar más a nuestra intuición. Sólo así la naturaleza de nuestros descubrimientos será verdaderamente disruptiva.

Pero para adoptar esta actitud y confiar en nuestros instintos para dejar que nos guíen allá donde los datos ya no puedan hacerlo, es necesario echar mano de lo último que nos diferencia de las máquinas, la sabiduría.

La forma de compresión definitiva es aquella que nos ayuda a predecir mejor el futuro. Una vez hemos destilado nuestras experiencias hasta convertirlas en pepitas de información, es mucho más fácil estar preparado para la incertidumbre de lo que está por llegar.

Esto es a lo que llamamos sabiduría; el resultado de comprimir lo aprendido, a lo largo de nuestra vida, en nuestras creencias personales sobre lo que es relevante y que nos capacitan para entender mejor el presente y poder así predecir el futuro.

En un momento tan incierto como en el que estamos ahora, la capacidad que tengamos como seres humanos de seguir nuestra intuición, de usar nuestra sabiduría para tomar el camino que nos resulte más interesante, puede ser crucial a la hora de llegar a descubrimientos inesperados, de tener ideas verdaderamente innovadoras que generen cambios sustanciales.

En un momento en el que toda predicción puede ser derrumbada de la noche a la mañana, lo "interesante" se convierte en una de las brújulas más fiables que tenemos para decidir qué camino seguir.

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