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As We May Think

Existe un ensayo maravilloso de 1945 llamado As We May Think.

En él, Vannevar Bush imaginaba un artefacto, el «Mémex».

Era básicamente como un ordenador que actuaba como cerebro adicional, una biblioteca "vital" controlada por una interfaz y formada por los retazos de libros, conversaciones o pensamientos que iban siendo volcados en ella, de manera que todo quedaba conectado.

Uno de los conceptos más interesantes de esta visión era que en ella, Vannebar Bush imaginaba un futuro en el que cada persona pudiera investigar sobre el tema que más le interesara, añadiendo capas y capas de nuevo conocimiento; extractos de periódicos, fotografías o sus propios comentarios y notas.

Una vez construido su propio documento de conocimiento, podría archivarlo en su máquina personal y estaría listo para ser consultado a placer cuando lo necesitara.

Pero no sólo eso, sino que podría incluso extraerlo de su propia máquina y compartirlo con quién quisiera, dejando que otros pudieran insertar este "extracto" de conocimiento ajeno en su propio mémex, para enlazarlo con el contenido propio de este.

De esta manera, con cada nuevo añadido, se iba generando una enciclopedia común, una red de pensamientos asociados y siempre susceptible de ser extraída para ser introducida en otro memex y así ser ampliada, ad infinitum.

Con este sistema, un abogado tendría al alcance de su mano todo el recopilatorio archivado de sus opiniones, decisiones, e investigaciones pero, encima de esto, podría añadir más capaz de conocimiento; el de otros amigos o compañeros que hubieran compartido con él sus propios archivos documentales, creados en sus respectivos memex.

De la misma forma, un médico podría consultar su mémex buscando solución a los síntomas de un paciente y tendría acceso inmediato a toda la literatura generada con anterioridad relacionada con esos mismos síntomas o circunstancias.

iIlustración del mémex publicada en el ensayo "As We We May Think"
El Mémex como lo imaginaba Bush

Puede que todo esto no te sorprenda ahora mismo, pero piensa que este es un ensayo de 1945, ni una década después de que se inventaran las primeras computadoras, las cuales estaban en su mayoría en poder de operaciones militares y cuya funcionalidad no se entendía más allá de cumplir su papel de calculadoras muy grandes.

La realidad es que hace medio siglo, Vannebar Bush tuvo la primera visión de lo que sería la idea de la web. Pero no la web tal y como existe y la conocemos ahora, el sistema de la World Wide Web que construyó Tim Berners-Lee en 1989.

Sino la versión de la web que imaginó Ted Nelson conocida como Proyecto Xanadú, un sistema en el que cada frase, bloque o página formaría parte de una inmensa red enlazada bidireccionalmente, y en el que se se plantearon por primera vez soluciones a problemas que, a día de hoy, seguimos encontrándonos cuando tratamos con el hipertexto1.

Mokcup de la UI del proyecto Xanadú
Uno de los mockups originales del Proyecto

Algunas de las preguntas que Ted Nelson se hacía en la documentación de su Proyecto Xanadú iban a los propios cimientos de cómo tratamos con la web y cómo la manera en la que guardamos e interactuamos con la información digital puede reconfigurar cómo leemos, escribimos o compartimos la misma.

¿Cómo creamos relaciones entre piezas de información que nos permitan visualizarlas en diferentes contextos sin perder su estructura?

¿Como creamos un sistema que permita a la gente colaborar en documentos compartidos sin perder su autoría?

¿Cómo incluimos ideas y datos de fuentes externas y las incorporamos a nuestras propias ideas, sin perder el rastro que nos lleve a la fuente original?

Estas cuestiones, en cierta medida enterradas cuando el proyecto finalmente fracasó, han empezado a ver de nuevo la luz en los últimos años, en forma de patrones de diseño, soluciones que se han ido creando y embebiendo para, en definitiva, construir un espacio digital habitable, igual que lo serían los edificios o las ciudades en el mundo físico.

A algunas de ellas ya estábamos acostumbrados, como por ejemplo poder ver la URL original de un enlace cuando pasamos por encima de él, o incluso ver un previo de la información que reside detrás de un link cuando lo compartimos en redes sociales.

Pero muchas de ellas están empezando a ser desarrolladas ahora, en parte gracias al surgimiento de cada vez más herramientas basadas en el pensamiento interconectado.

Estas herramientas abren la puerta a nuevas maneras de interactuar con la información digital que la mayoría de la población no nos habíamos planteado hasta ahora, y han puesto encima de la mesa conceptos que, aunque no nuevos, no eran fácilmente entendibles hasta ahora, como el del Jardín Digital.

Pero ¿qué es exactamente un Jardín Digital?

El Jardín y La Corriente

Mi idea favorita de todas las que ven la web como un Jardín, y probablemente el origen del concepto tal y como lo conocemos ahora, viene de la charla de Mike Caufield The Garden and the Stream: A Technopastoral.

En ella, hace referencia a dos maneras distintas de entender e interactuar con la web, como un Jardín o como una Corriente.

🌊 La web como una Corriente

El argumento principal de Caufield es que en los últimos años interactuamos con la información digital como si saltáramos en medio un rio de aguas caudalosas.

Nos ponemos en el centro del mismo y sentimos como su fuerza nos golpea mientras a nuestro alrededor vemos como lo arrastra todo a su paso.

Este concepto de corriente, de información colapsada en una sola linea temporal de eventos, lo encontramos en el diseño de los buzones de entrada de nuestros correos, en los tweets y retweets sucediéndose sin parar en nuestros timeline, en los posts de Facebook apilándose uno sobre otro o en las notificaciones de la pantalla de nuestros móviles.

No es inheremente malo, y no podemos negar que este modelo como medio para la autoexpresión y la emergencia de ideas puede ser maravilloso. La cantidad de aprendizajes, sinergias y colaboraciones interesantes que pueden surgir en una red social como Twitter, por ejemplo (siempre y cuando sepas usarla a tu favor) es increíble.

Pero a la vez, es un modelo que premia irremediablemente la inmediatez, la brevedad, la sobre-simpificación del mensaje.

No está diseñado para construir conocimiento o dejar que las ideas maduren, sino que nos presenta un único camino. Uno diseñado a nuestra medida sin tener en cuenta otras vías, comprimido en una simple linea temporal de eventos que forman una narrativa única, la nuestra. Ordenado y diseñado por y para nosotros y con nuestra experiencia en el centro de todo.

🌱 La web como un Jardín

Como alternativa, tenemos el Jardín.

Un jardín es un espacio en el que los elementos se entrelazan entre sí. No son dependientes de una sola relación ni forman parte de ninguna secuencia determinada así que podemos moverlos y conectarlos de la manera que más nos llame la atención.

Así, cada incursión al jardín, cada nueva pieza de información añadida, crea a su vez nuevos caminos, nuevos significados y perspectivas.

E igual que al sembrar en un jardín no sabemos qué se originará ni en qué forma, al añadir notas o páginas a este jardín digital estaremos creando nuevas conexiones con resultados imprevistos.

En contraposición a la web hiper-personalizada en la que todo lo que vemos es el resultado del trabajo de filtrado previo de un algoritmo, un jardín digital es un espacio en el que abrazar la incertidumbre y seguir nuestra curiosidad sin saber a dónde nos llevará.

Pensar en la web como un Jardín es pensar en la web como un espacio natural, casi salvaje, como un bosque en el que las distintas plantas, árboles u hongos conviven, los unos influyen en los otros y se genera un ecosistema único.

Si en la Corriente todo está dispuesto cronológicamente y está diseñada para que los hechos se apilen irremediablemente unos encima de otros sin capacidad para interactuar entre ellos, el Jardín es integrador y desordenado.

Si en la Corriente usamos las piezas de información como ladrillos inamovibles para llegar a conclusiones finales, en el Jardín plantamos ideas como semillas. Dejamos que crezcan, sin juzgarlas, sin importarnos si son o no contradictorias entre ellas. En la Corriente recapitulamos, en el Jardín iteramos.

A pesar de que ambos conceptos son opuestos, uno no es mejor que el otro. Necesitamos de ambos para tener una relación saludable y plena con la información, con cómo interactuamos con ella y cómo la usamos en nuestra vida.

Pero en un mundo cada vez más dominado por la inmediatez, por el contenido sobre-simplifcado y las ideas fast-food, es necesario plantearse un cambio de modelo a la hora de crear contenido.

Caufield habla de que nuestra supervivencia como especie depende de superar la hiperpalatabilidad de la web  y abrirnos a algo más integrador y exploratorio, «menos personal y autoafirmante, más solitario y a la vez más conectado».

Por seguir con la analogía de la comida, es cuestión de cambiar nuestra dieta de información (hasta ahora dominada por el equivalente a "ultraprocesado" o "comida basura") y empezar a basar nuestra dieta en ingredientes más nutritivos, a ingerirlos de manera más pausada, siendo más consciente de lo que introducimos en nuestro cuerpo (o en nuestra cabeza).

Intentar salir del modo dominante de interacción con la información de la Corriente y buscar la discusión razonada, la contraposición de argumentos desde el respeto, buscar aprender y desarrollar nuevas ideas de manera reposada y encontrar soluciones a problemas complejos dedicando a estos el tiempo necesario.

Huir, aunque sea temporalmente, de las soluciones rápidas y momentáneas para intentar cultivar algo más profundo, más intrincado y complejo, como un Jardín.

Un jardín compuesto por diferentes experiencias, por ideas procedentes de diversas fuentes, en ocasiones contradictorias, pero que juntas forman un modelo mucho más parecido a la vida real.

Este modelo de web, el de la web como un espacio compuesto por ideas integradas unas con otras que evolucionan, que se entrelazan entre sí y crean distintos significados, es en esencia lo que se ha venido a llamar en los últimos tiempos Jardín Digital.

Y, aunque su misma naturaleza cambiante e iterativa hace difícil darle unos atributos concretos, si que podemos distinguir algunas características comunes, que veremos en la siguiente entrega.

FOOTNOTES
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