Me dispongo a hacer un experimento.
Son las 18:00 de la tarde del viernes (viernes = ayer) y pretendo escribir esta edición en 1 hora y media.
Porque llevo toda la semana con la cabeza enterrada en trabajo (trabajo guay, pero en mucha cantidad), hace escasas horas pulsé todos los botones que me había propuesto pulsar antes de que acabara la semana para poder considerarla un éxito y estoy done.
Podría aplazar esta edición a la semana que viene para tener más tiempo para madurarla, pero no tendría tanto reto.
Y yo esta semana he decidido ir con todo y cerrarla bien, edición de newsletter incluida.
Eso si, va a ser ligera, un descanso después de la de la semana pasada.
Pero sobre todo esta noche va a haber pizza.
3 ideas sobre el perfeccionismo
Y va a haber pizza porque estoy de celebración.
Es más bien interna, pero ese tipo también es importante.
La semana pasada decidí quitarme una tirita psicológica que me estaba bloqueando.
Tiré la casa* por la ventana y decidí abrir acceso limitado a la beta del producto de Gestión del Conocimiento que estoy creando y del que es posible que ya me hayas oído hablar porque llevo hablando de él desde septiembre 😅
*(en este contexto, «la casa» es esa construcción mental que te has ido tu montando en la cabeza para apañártelas para no hacer algo que —en el fondo— sabes que deberías hacer)
Y si. Llevo hablando (y trabajando) en él desde septiembre y hace varias semanas llegué a ese punto.
El punto del borde de la piscina. Cuando te separan escasos centímetros del agua, sabes que lo único que queda es, sencillamente, no pensarlo más y tirarse de una vez pero hay una fuerza que nos pega al suelo.
Hacía mucho tiempo que no tenia esta sensación antes de lanzar algo —suelo ser de lanzamiento rápido— y me he preguntado bastante por qué estaba saboteándome a mí misma de esta manera.
Aún tengo que pensar más sobre esto, pero aquí algunas de las cosas que he notado.
☝️ El skin in the game is a bitch
Como decía, llevo un tiempo considerable trabajando en esto.
Pero llevo aún más pensando en las ideas que hay detrás.
Y estoy poniendo mucho de ello (y mucho de mi) dentro.
No es la primera vez, pero en este caso lo siento más.
Mientras lo estaba diseñando me venían a la mente aprendizajes; ideas que ahora considero revolucionarias en mi vida, en mi forma de entender el trabajo y la ✨productividad✨ y que me encantaría poder trasmitir más allá de la pura herramienta.
Curiosamente, el reto no ha estado tanto en construir el sistema.
El verdadero reto está llegando ahora, en las fases finales.
En ser capaz de volcar en la herramienta las ideas tan poderosas que creo que hay detrás.
Supongo que eso es un síntoma de que las cosas que haces están llegando a una fase diferente; cuando la emoción por compartirlas es equivalente al miedo porque no lleguen de la manera que tú las sientes.
También tiene que ver con la incertidumbre, no saber lo que hay al otro lado.
✌️ Cuanto más amplio es algo en tu mente, más te cuesta ejecutarlo
Y es que no es sólo que la falta de un horizonte claro te impida medir lo que va a costarte.
Tiene más que ver con que —en tu camino como «persona que hace cosas»— llega un punto (y es un punto bueno, aunque parezca que no) en el que tu cabeza está construyendo esas cosas a un ritmo más rápido del que tú puedes ejecutarlas.
Literalmente, el tamaño y la ambición de tus ideas no va acompasado con las limitaciones de tiempo o recursos que sufrimos en el día a día los mortales.
Tengo una teoría sobre cómo —precisamente por esto— el síndrome del impostor nunca desaparece, sino que crece contigo a la vez que tu capacidad para imaginar cosas más grandes.
Por eso siempre te acompaña. Especialmente cuando vas a emprender algo emocionante.
Y por eso es algo bueno; porque en el fondo es una señal de que tienes entre manos algo grande.
Últimamente he oído a Álex decir varias veces «haz cosas que te den miedo» y si.
Es exactamente eso.
Moverse en el terreno de la inseguridad, aunque sea sólo un poco, es siempre una buena idea.
🤟 Busca la colisión
Porque movernos en ese terreno, optimizar para «lo que asusta», forma parte también de hacer nuestro mejor trabajo.
Quitarnos a nosotras mismas del centro de la ecuación y convertir lo que hacemos en un ejercicio de expresión (y experimentación) hacia fuera.
Ahí es cuando verdaderamente empieza todo.
En el momento en el que pulsas el botón, haces la llamada, mandas el email.
Y eso que has hecho deja de ser tuyo; se convierte en un artefacto en busca de otro cuerpo con el que colisionar.
Es la parte que más asusta porque no sabes cómo tus ideas van a enfrentarse a las de otras personas, ni si de esa colisión saldrán las chispas que a ti te gustaría.
Pero es la única manera que tenemos de hacerlo; la mejor manera de saber si ese proyecto—que en nuestra cabeza es tan emocionante— es capaz de prender la llama necesaria para que tenga sentido seguir haciéndolo.
Y eso asusta. En todos los sentidos. A veces incluso paraliza.
Pero yo he aprendido (y aquí vengo a contártelo) que, a veces —para salir de la duda y la parálisis— el paso más inteligente es a la vez el paso que más asusta.
El domingo me quité esa tirita.
Y la verdad es que no he salido aún de ese terreno de la incomodidad, pero di el paso que más me asustaba; busqué la colisión.
Todavía es pronto para decir si habrá chispa (y tampoco soy yo la que tiene que decirlo) pero la pizza me la voy a comer igual.
PD: Una vez más, si quieres enterarte de cuando ese producto + curso + todo lo que ocurra a partir de ahora esté listo, puedes levantar la mano.
